La devoción en el Perú al Sagrado Corazón de Jesús
Las tres principales características de la devoción al
Sagrado Corazón de Jesús —a saber, el espíritu de reparación, la
práctica de la consagración y la esperanza del triunfo de Cristo— están
también presentes en el mensaje de Fátima.
Las apariciones de Cova da Iría, al igual que las de
Paray-le-Monial, manifiestan prodigiosamente el deseo de Dios de atraer,
acoger y perdonar, aliado a una advertencia severa, en caso que
persista el endurecimiento de las almas.
Ofrecemos en este número los detalles más relevantes de la historia de la devoción al Corazón de Cristo en nuestra Patria.
Aunque la devoción al Sacratísimo Corazón de Cristo
siempre existió en la Iglesia, prodigando sus maravillosas gracias sobre
las almas privilegiadas que la conocieron, su gran impulso comienza con
las apariciones a Santa Margarita María Alacoque (1647-1690) hasta
alcanzar ámbito universal en el siglo XIX.
Santa Rosa y el Corazón de Jesús
Ciertamente no faltaron almas precursoras de esta
devoción en el Nuevo Mundo, aunque no todas revelaron los inefables
secretos de sus almas. Un caso extraordinario es el de Santa Rosa de
Lima, la primera santa de América. El Domingo de Ramos de 1615, estando
Rosa en la iglesia de Santo Domingo, se puso en oración ante la imagen
de la Santísima Virgen del Rosario, cuando el Niño Jesús que lleva en
los brazos, sonriéndole, le dijo: “Rosa de mi Corazón, sé mi esposa”. A tal instancia, Rosa le respondió humildemente: “Tuya soy y tuya siempre seré”.
Confieso a mis lectores, que sólo conozco una respuesta
mayor que ésta, aquella que la Santísima Virgen dio al Arcángel San
Gabriel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
Mayor entre muchas otras cosas por su universalidad, porque ahí estaba
comprendida la humanidad entera. En cambio, en este breve diálogo entre
el Divino Niño y Santa Rosa sólo estaba comprendida una nación, aunque
llamada a tener un papel primado en la devoción al Corazón de Cristo.
Sobre esta devoción que Santa Rosa cultivó durante toda
su vida existe aún el testimonio de Doña Luisa Melgarejo, una amiga
íntima a quien Dios favoreció con coloquios interiores. Ella declara en
sus escritos que, encomendando en cierta ocasión a la Santa, el Señor le
dijo: “A Rosa la tengo en mi Corazón, porque ella siempre me ha tenido en el suyo”.1
El culto público y la devoción reparadora
Con las revelaciones a Santa Margarita María Alacoque a
fines del siglo XVII en Paray-le-Monial, la devoción reparadora al
Corazón de Jesús se expande a toda Francia y al resto de Europa.
En 1733, por iniciativa del venerable P. Bernardo de
Hoyos S.J. se funda en España la primera Congregación en su honor, y en
1734 se edita en Valladolid el célebre libro de su director espiritual,
el P. Juan de Loyola, Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús,
que tanto ayudaría a la difusión de su culto. Dentro del ámbito del
Virreinato del Perú, en 1739 se establece en la ciudad de Panamá la
primigenia Congregación ofrendada al Corazón Santísimo.
Fue también en suelo peruano que se levantó, en el año
1742, la primera iglesia dedicada en el Nuevo Mundo al Corazón de Jesús
Sacramentado. Aunque la obra hubo de retrasarse por el devastador
terremoto del 28 de octubre de 1746, en 1758 se reanudó la construcción
que duró hasta 1761, siendo el templo solemnemente inaugurado el 6 de
abril de 1766. Tal es el origen de la iglesia del Sagrado Corazón de
Huérfanos, en la cuadra 7 del jirón Azángaro, en el Centro de Lima. A su
vez, en el Cusco fue en la iglesia de Santa Teresa, de las Madres
Carmelitas Descalzas, donde originalmente se le rindió culto público.
El “encargo suavísimo” de la Compañía de Jesús
Le cupo a dos ilustres jesuitas peruanos, los padres
Alonso Messia Bedoya y Baltasar de Moncada, la honra de propagar en
nuestro medio esta devoción y fomentarla de palabra y por escrito. Éste
último abre en 1752 la Casa de Ejercicios del Sagrado Corazón en Lima.
En pleno florecimiento de su culto ocurre en 1767 la injusta y
arbitraria expulsión de la Compañía de Jesús de todos los territorios
españoles. Entre los 500 jesuitas desterrados del Perú se destacará como
gran propulsor de esta devoción el P. Miguel León, limeño, que logra
reunir una pequeña biblioteca con obras al respecto.
Durante el exilio de los jesuitas, no obstante, en 1785 se edita en Lima la Novena al Sagrado Corazón de Jesús
tomada del libro del P. Juan de Loyola, ya citado. Y años después, en
1817, consta que se rezaba en la ciudad el Oficio del Sagrado Corazón.
Pero, durante el siglo XIX, lo menos que se puede decir es que “las alternativas de la lucha por la independencia pusieron una pausa en el florecimiento de esta devoción”.2
A despecho de esas circunstancias adversas, en 1824, por
iniciativa del presbítero José Mateo Aguilar, se fundó en la iglesia de
las Trinitarias de Lima la Hermandad de San Luis Gonzaga y el Corazón
de Jesús, trasladada después a la iglesia de San Pedro.
Otro peruano que contribuyó a la expansión de esta
devoción fue el canónigo Pedro Antonio Fernández de Córdova, trujillano,
expatriado a España con la independencia, quien tradujo del latín la
obra del Cura de Tarascón: Jesús al Corazón del Cristiano y el Cristiano al Corazón de Jesús, y la publicó en 1842 en Cádiz.
Nuevas congregaciones arriban al Perú
Las hermanas de la Congregación de los Sagrados
Corazones (del convento de Picpus, en París), llegaron al Perú en 1849 y
se establecieron en el supreso convento de Belén en abril de 1851. La
rama masculina vino algunos años después y se instaló en la ex recoleta
dominica de Santa María Magdalena. La iglesia fue restaurada y
consagrada al Sagrado Corazón de Jesús (la segunda en Lima) el 20 de
junio de 1886.
Al impulso de la gran renovación religiosa promovida por
el beato Pío IX, en 1876 llegaron también las religiosas de la Sociedad
del Sagrado Corazón, fundada por Santa Magdalena Sofía Barat
(1779-1865), que desarrollarían un amplia labor en el país, destacándose
durante décadas en la educación femenina en el Colegio Sophianum de
Lima.
Les siguieron en 1890 las seis primeras Madres
Visitandinas, hijas de Santa Juana de Chantal (1572-1641), entre ellas
Sor Domitila, joven viuda limeña que había perdido a su esposo en la
batalla de San Juan. Del Callao se trasladaron a Bellavista y luego a la
Av. Colonial en donde construyeron junto al Monasterio de la Visitación
una pequeña iglesia (el tercer templo dedicado al Corazón de Jesús).
Actualmente tienen su convento en Ñaña.
Grandes progresos y extensión de su culto
El 9 de junio de 1836, el Sagrado Corazón de Jesús fue
elegido Patrono y Titular de la Diócesis de Chachapoyas (ex Maynas) por
su obispo electo, Mons. José María Arriaga.
La segunda diócesis en consagrarse al Corazón de Cristo
fue la de Arequipa, el 30 de agosto de 1881, por iniciativa de su obispo
Mons. Juan Ambrosio Huerta, otra de las grandes figuras del episcopado
nacional en el siglo XIX. Le siguió la del Cusco, realizada el 26 de
junio de 1887.
Los Padres jesuitas, que recién lograron regresar al
Perú en 1871 por iniciativa personal de Mons. Teodoro del Valle,
Arzobispo de Berito y Administrador Apostólico de Huánuco, fundaron en
esa ciudad el centro inicial del Apostolado de la Oración en todo el
Perú, cuyo primer director e incansable apóstol fuera el P. Antonio
Garcés.
Con la llegada del siglo XX surge una obra que habría de
tener resonancia mundial: la entronización del Sagrado Corazón de Jesús
en el Hogar, que fuera impulsada por el celo apostólico del sacerdote
arequipeño, P. Mateo Crawley-Boevey Murga SS.CC. (1875-1961), con el
caluroso apoyo del gran Papa San Pío X.
Más de un millón de familias habían realizado la Entronización en 1919.
“Timbre de gloria para el Perú es que el Señor
quisiese escoger para apóstol de la Entronización a un hijo suyo que amó
de verás a su patria y no la olvidó nunca”.3
La consagración del Perú al Divino Corazón
“Yo reinaré a pesar de mis enemigos”, le predijo Nuestro Señor a Santa Margarita María en repetidas ocasiones.
Era natural que habiéndose extendido tanto su culto en
el país, se pensara en consagrarlo oficialmente al Sagrado Corazón.
Creyendo que había llegado el momento oportuno, el Arzobispo de Lima y
Primado del Perú, Mons. Emilio Lisson Chávez, de acuerdo con el
Presidente Augusto B. Leguía, señaló el día 23 de mayo de 1923 para tan
digno acto.
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Himno popular ayacuchano al Sagrado Corazón
Ayacuchanos de Cristo queridos, ante el mundo la voz levantad; y en sagrado entusiasmo encendidos, a Jesús por Señor aclamad. Ayacuchanos, / glorioso homenaje / de fiel vasallaje / a Cristo rendid. Armad con su escudo / vuestros corazones, izad sus pendones / y al par repetid: Otro Rey que Jesús no queremos, tu bandera la nuestra ha de ser, por Ti firmes, sin fin, lucharemos, que luchar por Ti es siempre vencer. Y al que tu bandera / insulte atrevido, de Dios abatido / por siempre será. De tu Iglesia santa / soldados seremos, no te dejaremos / Rey nuestro jamás. Y aunque brame Luzbel despechado, en nuestras almas Jesús reina ya, este pueblo, Jesús, adorado tuyo, tuyo por siempre será. | | |
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“No bien se hizo público el propósito del Arzobispo —comenta el P. Vargas— comenzó a asomar la oposición, secundándola y haciéndola suya los diarios «El Comercio» y «La Crónica». [...]
ambos periódicos insistían en que era inoportuna y ridícula la
consagración y que ella podía tolerarse en privado pero no en público,
como si una cosa estuviera reñida con la otra”.4
La oposición convocó a un mitin, “en el que los agitadores eran los menos y los curiosos e indiferentes los más”
que fue reprimido por la autoridad con el saldo de un muerto. Los
ánimos se caldearon y la insidiosa campaña tuvo su efecto: Mons. Lisson
juzgó prudente postergar la ceremonia.
Pasaron más de 30 años, hasta que por fin, el 12 de
diciembre de 1954, al clausurarse en Lima el V Congreso Eucarístico
Nacional, pudo realizarse la solemne Consagración del Perú. El
Presidente de la República, Gral. Manuel A. Odría, ante más de
doscientas mil personas, “señaló que las obras de los hombres se sucedían sobre el suelo de la Patria, [...]
y que sólo la obra de Dios, la fe católica, había desafiado las fuerzas
destructoras del tiempo. Por eso la fe católica había sido siempre
profesada y defendida por el Gobierno Peruano y que ahora la confesaba
públicamente”.5
Hoy, cuando la irrupción del laicismo, la inmoralidad
galopante y la decadencia religiosa parecieran alejar de nosotros los
más grandes anhelos de restauración del orden cristiano, queda sin
embargo en pie la alianza que el país estableció con el Sagrado Corazón.
Esa alianza es amada infinitamente por Dios. Por eso debemos confiar
que en cierto momento, tal como al hijo pródigo de la parábola, Él
concederá las gracias para reconciliar con su paternal y sacratísimo
Corazón a nuestra nación, hoy postrada y desvariada, y reconducirla así
hacia su destino de grandeza católica.
“Tened confianza, yo vencí al mundo” (Jn. 16,
33), dijo Nuestro Señor poco antes que comenzara su Pasión. Sí, es
verdad, Él reinará a pesar de sus
enemigos. 
Artículo relacionado: “Sacrilegio en la Iglesia de la Visitación”
Notas.-
1. Cf. P. Rubén Vargas Ugarte S.J., Historia de la Devoción al Corazón de Jesús en el Perú, Lima, 1968, pp. 13-14. 2. Op. cit., pp. 64-65. 3. Op. cit., p. 102. 4. Op. cit., p. 104. 5. Cf. P. Rodrigo Sánchez-Arjona S.J., El Corazón de Cristo en el Perú, Bogotá, 1983, p. 119.
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